Durante el tránsito por la calle Leonor Pérez, en La Habana Vieja, es difícil quedar indiferente a una casita amarilla de ventanas y puertas azules. Esa, a la que llegaron a vivir en 1852 unos recién casados Don Mariano Martí y Doña Leonor Pérez.
Al año siguiente, específicamente el 28 de enero, el No. 41, actual No. 314, de la Calle San Francisco de Paula en aquel entonces, quedaría marcado para siempre con el nacimiento de José Martí. En la vivienda con techo de tejas, la familia viviría hasta aproximadamente los tres años del poeta y Héroe Nacional, cuando comenzaron las continuas mudanzas.
El Museo Casa Natal de José Martí arribará este 28 de enero a cien años de fundado. Pero este sitio de especial significación para los cubanos tiene una historia y la casa tiene otra. Así aseveró Dioelis Delgado Machado, directora actual de la institución: “Hay que recordar que la existencia de la casa donde nació Martí, se dio a conocer por vez primera en 1899, época en la que aún vivían sus familiares y los compatriotas que lo ayudaron en la preparación de la Guerra Necesaria.
Como homenaje al 46 aniversario del natalicio de José Martí, Juan Gualberto Gómez Ferrer organizó una peregrinación hasta la casa, para colocar una lápida que todavía se conserva en la misma fachada.
La romería, desde el Parque Central hasta la casa, fue el primer homenaje público que se realizó a José Martí y quedó registrado en las fotografías que aparecen en la prensa de la época, las cuales muestran a Juan Gualberto, Fermín Valdés Domínguez, Enrique Loynaz del Castillo, entre otros compatriotas.
Estuvieron presentes, también, la madre de Martí, Doña Leonor Pérez, su hijo José Francisco Martí Zayas-Bazán, la viuda Carmen Zayas-Bazán y una de las hermanas, Rita Amelia.
La directora de la institución aseguró que son muchas las anécdotas alrededor de la casa y la figura del Héroe Nacional, pero existe una en particular dónde según Rita Amelia, su hermana, el día del primer homenaje al Apóstol, al subir a la planta alta, Doña Leonor señaló el lugar donde dio a luz y contó que, entre dos muritos que ya no estaban debido a las transformaciones realizadas en la habitación, había tomado el caldo el día que nació su Pepe.
Hoy está marcado con una lápida el lugar donde ocurrió el nacimiento una madrugada fría del viernes 28 de enero de 1853, narró Delgado Machado.
El Museo, por su parte, se inauguró gracias a las gestiones que hizo su primer director en funciones, Arturo de Carricarte y de Armas.
Ayudado por la colaboración de los miembros de la Logia Habana, Carricarte gestionó la restauración y la rehabilitación de la casa, con el propósito de convertirla en el Museo José Martí, el cual se inauguraría en 1925 y funcionaría, además, como Archivo Nacional y Biblioteca.
Carricarte, quien tenía una formación como bibliotecario y periodista, logró que muchas personas, coleccionistas, familiares, amigos, donaran piezas para el museo y se fuera conformando, de esta manera, el fondo institucional.
Aquella hazaña promovió el vínculo de la Federación Estudiantil Universitaria con el museo y, por otra parte, creó un ingente proyecto editorial que permitió rescatar documentos y libros de notable valor. Uno de esos libros fue Iconografía del Apóstol José Martí, de 1925, título reproducido y editado en disímiles ocasiones.
Todo eso hizo posible – apuntó Delgado – que el museo fuera relacionando con la divulgación del legado patrimonial sobre el Apóstol, labor inconmensurable, pues, como diría Gabriela Mistral, Martí es una mina sin acabamiento que nos acompaña e invita constantemente a pensar.
Lamentablemente, luego de esa primera etapa, y con Arturo de Carricarte enfermo, alrededor del año 1948 el Museo se encontraba abandonado y deteriorado. En ese momento, el centro pasa a ser dirigido por el Archivo Nacional.
En el marco de las actividades por el centenario de Martí, se creó una comisión para la restauración del inmueble. Para la fecha, vino María Mantilla, la ahijada de Martí, y donó a la colección del museo el grillete del Apóstol, que llevó muy joven durante su estancia en presidio.
En los años posteriores al centenario, el sitio sufrió otro duro proceso de deterioro, ocasionado fundamentalmente por las características arquitectónicas de la casa –patrones de la arquitectura vernácula de Andalucía, paredes de argamasa, que requieren una constante y exhaustiva labor de conservación.
Luego del triunfo de la Revolución, y como parte de los proyectos de restauración acometidos en la zona, sobre todo luego de la explosión del vapor La Coubre, se realizó otra intervención en la entidad, cuya reapertura sería en 1963, con el nombre que hasta hoy se le conoce, Museo Casa Natal de José Martí.
En los archivos del museo, se encuentra una imagen del fotógrafo Alberto Korda que registra la visita de Fidel Castro al lugar, en el periodo de restauración. Varios intelectuales y figuras de la cultura nacional estuvieron involucrados en todo este proceso, como Vicentina Antuña y Juan Marinello, en aquel entonces Rector de la Universidad de La Habana, quien pronunció las palabras oficiales durante la inauguración.
Desde esa fecha, el Museo Casa Natal de José Martí fue desarrollándose como proyecto sociocultural y comunitario.
“Es importante referir – nos dice Dioelis Delgado Machado – que el actual espacio del parque y el patio estaba ocupado por varias casas que se habían dedicado, en las primeras décadas del siglo XX, al negocio de la prostitución”.
En 1968 se logró demoler bares, casas y otros sitios de esa índole, para crear espacios públicos; años después se colocó la verja actual.
Como parte de la labor desarrollada por la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, a partir de la firma del Decreto-Ley 143, el Museo y todos sus espacios pasaron a formar parte de la red de museos de la Dirección de Patrimonio de la Oficina, bajo la dirección del eterno Historiador Eusebio Leal Spengler.
Rememorando, los vínculos entre el Museo Casa Natal de José Martí y la Oficina del Historiador de la Ciudad, Delgado Machado aseguró que mantener la Casa es un compromiso con la patria. Leal nos enseñó a amar la patria desde el corazón, aseveró.
“En muchas ocasiones, él venía temprano, sin que nadie lo viera, y recorría este lugar con nosotros, sus trabajadores, y admiraba cada pieza, la comentaba”.
“El momento era testimonio de su compromiso con Martí, con sus objetos, con su imagen y con lo que significa para Cuba”, afirmó la directora y continuó: “Para la Oficina – y para él, para Leal, nuestro guía y formador –, el Apóstol ha sido el ideal de la patria, un ideal que trasciende generaciones y habita en el alma de cada cubano, dentro y fuera de la Isla”.
“Leal nos recordaba constantemente la importancia de visitar la Casa en las distintas etapas de la vida: cuando se es niño, joven, padre, abuelo. Así lo hemos presenciado durante todos estos años”… (Cubadebate)