Pocos nombres tienen tanto sentido como el de la finca dirigida por Marino Quintero Almeida, uno de esos campesinos que saben ponerle las palabras justas a cada acontecimiento. Ubicada en la comunidad de San Pedro, en el municipio villaclareño de Corralillo, “El despertar” es uno de los buenos ejemplos de cómo reinventarse para mezclar agricultura, ciencia y enfrentamiento al cambio climático.
Enclavada a escasos kilómetros de la costa, la finca forma parte de los terrenos que busca transformar el proyecto IRES en Villa Clara, una iniciativa implementada por el Ministerio de la Agricultura, con asistencia técnica de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y financiada por el Fondo Verde del Clima. Para Marino la incorporación al programa representa un cambio radical.
“Aquí ya logramos desbrozar 18 hectáreas de marabú y producir calabazas, hortalizas y viandas para la población, mientras creamos las condiciones para implementar un sistema de ganadería que aproveche los beneficios de árboles de la zona. De ahí el nombre de “El despertar”, porque gracias a IRES tienen trabajo pobladores de la zona, muchos de ellos jóvenes y mujeres que encuentran aquí su razón de ser”, dice.
Como mismo ocurre aquí, en otros muchos espacios de Villa Clara se viven experiencias parecidas, como parte de un proyecto presente en siete municipios de Cuba y que representa el primero aprobado por el Fondo Verde para el Clima en Cuba. A su vez, es el cuarto de su tipo implementado por la FAO en países de América Latina y el Caribe, vinculado a la agricultura de resiliencia frente al cambio climático
El proyecto “Resiliencia climática en ecosistemas agrícolas de Cuba (IRES)” funciona desde 2020 en los municipios cubanos de Los Arabos, en la provincia de Matanzas, y en Jobabo, Amancio Rodríguez y Colombia, pertenecientes a Las Tunas. En Villa Clara está presente en los territorios de Corralillo, Santo Domingo y Quemado de Güines.
De acuerdo a la FAO, esos municipios forman parte de los diez enclaves poblacionales donde se registran los mayores impactos del cambio climático en la Isla. En ellos son más acentuados fenómenos como la desforestación, la salinidad, la compactación de los suelos y la escasez de agua, un desafío tanto para sus habitantes como para los decisores de las políticas públicas y los planes de desarrollo.
Así, las metas principales de IRES radican en fortalecer la resiliencia de esos lugares frente a los desafíos climáticos, con una mejora en la producción agrícola y la seguridad alimentaria, potenciar el acceso al agua y los recursos naturales. Para ello, el desarrollo de sistemas agroforestales, silvopastoriles, la reforestación y la regeneración asistida aparecen en el centro del trabajo.
De tal forma, el proyecto aspira a la restauración productiva de más de 35 mil hectáreas hasta el año 2027, la fecha límite para concluir los programas. De ellas, más de 15 mil están inutilizadas por la presencia de marabú, mientras en otras aspiran a rescatar el uso de especies forestales, frutales, forrajeras, pastos, cultivos diversos, árboles de sombra y otros elementos que fomentan la producción de alimentos, carne y leche.
Estas acciones deben reducir la emisión de 2.7 millones de toneladas de gases de efecto invernadero a la atmósfera. A su vez, prevén incidir de forma directa a más de 52 mil campesinos, casi la mitad de ellos mujeres, aunque de manera indirecta los especialistas calculan en más de 200 mil personas las personas beneficiadas.
Según dijo Wilfredo Arregui, coordinador cubano de IRES, al portal del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente, el proyecto también busca contribuir al fortalecimiento de las capacidades institucionales, técnicas, de gobernanza y el marco legal. “La estrategia de educación ambiental apunta a la infancia y la adolescencia para estimular su presencia activa en el futuro de Cuba”, agregó.
De acuerdo a Grecio Miguel Lorenzo Rodríguez, coordinador del Proyecto IRES en Villa Clara, un impulso crucial para hacer realidad las metas trazadas radica en la adquisición de equipos y maquinarias agrícolas.
“Solo en la provincia tenemos ya dos desbrozadoras de marabú y 19 tractores, así como motosierras, molinos forrajeros, asperjadoras manuales y motomochilas, muchos de ellos únicos en el país”, explica.
Sin embargo, otro gran desafío para el proyecto está en aprovechar esos recursos y emplearlos de la manera más eficiente posible, un escenario irrealizado en 2024 por las serias limitaciones de combustible.
Los números los conoce a la perfección Noel Vidal Barrios, coordinador de IRES en el municipio de Santo Domingo, el segundo territorio de Villa Clara con mayor extensión de tierra dedicada a la iniciativa. Según dice, en el último año solo lograron erradicar 465 hectáreas de marabú, apenas el 23.4 por ciento de lo previsto para el período. (Cubadebate)