Todo empezó con una grieta, que era extremadamente grande.

A fines de 2016, los científicos detectaron una fisura que crecía rápidamente a lo largo de la enorme plataforma de hielo Larsen C, que se extiende hasta el mar de Weddell desde la península Antártica Occidental.

En pocos meses, la grieta provocó que uno de los icebergs más grandes jamás observados se desprendiera hacia el océano.

La gigantesca placa de hielo tenía más del doble del tamaño de Luxemburgo, cubría un área de más de 5.700 kilómetros cuadrados y tenía un espesor de alrededor de 235 metros.

Durante un año, este monstruo apenas se movió, atrapado en el abrazo estacional del hielo marino antártico.

Pero luego comenzó a acelerar hacia el norte, llevado por las corrientes oceánicas y los vientos.

El iceberg A-68, como se lo denominó, se había embarcado en lo que sería una odisea épica de 3 años y medio que lo llevaría desde el hielo marino antártico hasta una isla remota en el Océano Austral.

El A-68 también se convertiría en uno de los icebergs más famosos del mundo cuando, durante la Navidad de 2020, su viaje se apoderó de las redes sociales y el mundo se enamoró de él.

Tal vez todo el mundo estaba un poco loco por los confinamientos por la covid-19, pero por alguna razón, el destino del iceberg A-68 mientras atravesaba el Océano Austral fue una sensación.

Incluso existía la posibilidad de un final verdaderamente dramático. Los ecologistas temían que el enorme iceberg chocara con la isla de Georgia del Sur y devastara los ecosistemas locales.

La remota isla es un área de reproducción de muchas especies amenazadas, incluidos los albatros.

Sin embargo, el iceberg se rompió y se derritió gradualmente antes de que pudiera suceder lo peor.

Con el paso de los años, se fracturó en pedazos más pequeños y liberó miles de millones de toneladas de agua dulce helada al océano hasta que finalmente encontró su fin en una especie de granizado en abril de 2021.

Al hacerlo, también transformó el hábitat marino que lo rodeaba, creando condiciones únicas que sustentan todo un ecosistema de vida.

Los científicos que siguieron el nacimiento y la desaparición del A-68 pudieron rastrear exactamente lo que estos icebergs gigantes hacen al océano circundante.

Durante su corta y transitoria vida, el A-68 se convirtió en un bote salvavidas congelado para una amplia gama de especies.

Ahora que los científicos han analizado los enormes volúmenes de datos recopilados sobre el témpano, es posible contar la historia completa del iceberg y el impacto que tuvo en el océano.

El desprendimiento de la Antártida

En el lado de la Antártida más cercano a Sudamérica, una larga franja de tierra se extiende hasta el Océano Austral.

La Península Antártica Occidental es la parte más habitable del continente, con muchas colonias de pingüinos, plantas y otras formas de vida prósperas.

A lo largo de su costa este, la península está bordeada por las plataformas de hielo Larsen.

Estas vastas llanuras de hielo glaciar flotante se extienden por decenas de miles de kilómetros cuadrados.

Los mares que se encuentran debajo de ellas son prácticamente desconocidos, porque el grueso hielo actúa como una barrera casi infranqueable para los barcos.

Puede tener cientos de metros de espesor y la mayor parte de la masa se encuentra debajo de la superficie del mar.

Esta gruesa capa helada también significa que el hábitat marino y la vida que se encuentran debajo a menudo no han visto la luz del sol durante miles de años.

Pero las capas de hielo no son estáticas. Gradual e inexorablemente, el hielo fluye cuesta abajo desde el continente hacia el mar, donde se encuentra con el hielo marino mucho más delgado, que se extiende y se retracta con las estaciones.

Esto significa que la plataforma de hielo continental que sobresale sobre el océano está siendo empujada constantemente hacia el mar abierto. Ocasionalmente, un gran trozo se desprende.

“El desprendimiento es un evento natural”, dice Geraint Tarling, ecólogo polar del British Antarctic Survey en Cambridge, Reino Unido.

Eso es exactamente lo que sucedió en julio de 2017. La enorme grieta en la plataforma de hielo Larsen C había estado allí durante más de una década, pero a fines de 2016 comenzó a propagarse rápidamente, lo que provocó que la plataforma de hielo se fracturara unos meses después.

Un bloque de hielo, que representaba aproximadamente el 10% de la plataforma Larsen C, se desprendió.

En ese momento, era el iceberg más grande a la deriva en el océano y el sexto más grande en 30 años de registros.

El Centro Nacional del Hielo de EE.UU., que se encarga de rastrear los principales témpanos, lo nombró “A-68”.

La letra hacer referencia a la región de la que se desprendió y el número significa que es el 68º iceberg con tamaño suficiente para ser rastreado.

Sin embargo, a los pocos días se desprendió un trozo, por lo que el témpano principal pasó a llamarse “A-68a” y los fragmentos desprendidos fueron A-68b, A-68c, y así sucesivamente. (BBC)