El 26 de noviembre de 2017, Armando partió a la inmortalidad, y para mí, todo sigue inundado de Él. Pero no me siento y nunca me sentí desconsolada, porque aquel vacío y dolor sin fin desde aquellas primeras horas sin Él, se fueron llenando sutilmente de su extraordinaria presencia, de su maravilloso recuerdo… Sé que también se comprenderá que el sufrimiento, la aflicción y la angustia tras su partida son temas sobre los que no quiero ni puedo hablar.
Por todo ello, les pido permiso para hablarles de Él, del hombre que terminé de comprender en aquella trágica noche en la que Fidel partió a la inmortalidad. Y no me pregunten por qué ni cómo, pero en esos días de tristeza, supe que el final estaba cerca. Lo conocía tanto que lo pude intuir… Y así fue, se fue justo un año y un día después que Fidel.
Entre Fidel y Hart se dieron hermosas coincidencias, pues en ambos la impronta martiana definió sus febriles existencias, y ambos sintieron la política como la mayor motivación de sus vidas. Armando solía afirmar con orgullo que su vida estaba dividida en dos etapas fundamentales: antes y después de conocer a Fidel. Para él, Fidel llevó en su conciencia toda la ética y la sabiduría política que faltó en el siglo XX y aún falta en el XXI.
Pero créame que fue solo después de aquella aciaga noche en la que Fidel se fue, y en los conmovedores días de duelo subsiguientes, cuando terminé de comprender muchas cosas de Armando. ¿Qué no sabré de él, cuando nunca más me moví de su lado y Él del mío? Todos estos años estuvimos ahí, así, el uno para el otro, siempre; en cada alegría y en cada pena de la vida, que ni la una ni la otra son pocas en un lapso de tiempo como este.
Pero solo entonces vislumbré que Fidel fue la persona por la que Armando vivió. Y solo entonces terminé de entender las razones por las que Haydée, que era una verdadera iluminada lo amó así. Porque Él, como Abel y Boris, vivió para que Fidel viviera, y ella lo supo desde el principio; que Armando también le había entregado su vida. Lo demás fue cosa o cuestión del destino de cada quien, y un poco del azar que siempre hace lo suyo. Por eso creo que cuando se fue con Fidel –a esa otra dimensión en la estrella que me decía mi madre muy cerca del Señor y del Apóstol– lo hizo con serenidad y con la misma lealtad en la que vivió toda su vida; por eso se fue tranquilo y en paz.
Armando se refugió toda la vida en el mundo de las concepciones y en su inmensa pasión por la abstracción porque, como éll decía, cuando se siente pasión por una causa, por un valor abstracto como es la Justicia, todo hombre honrado debe darse a él “y es honor al que no se renuncia y deber ante el que no se debe claudicar”.
He reiterado más de una vez, que los papeles escritos por Él, lo que es a mí, me han hablado y me lo han dicho casi todo, perdón, me lo han dicho todo… Y justamente, en esos papeles, florece esa decisiva arista temática que prevalece en la obra que nos legó, de la que emerge su noción y discernimiento de una Cuba cubana y plenamente martiana, desde una perspectiva antimperialista, en cuya base y trasfondo se encuentra la esencia puramente martiana de sus ideas y pensamientos; la que en mi opinión, viene a tener en su enfoque ideológico una propuesta que está marcada por esa “forma abierta, creadora, antidogmática, crítica y culta que tiene Armando de ver y entender la historia, la cultura y la política”.
Soñaba que debía trabajar para transformar la realidad a partir de la ética y la justicia. Eligió la carrera de Derecho pensando que así podría encauzar sus ingentes inquietudes políticas y su vocación de lucha por la justicia. Deseaba ejercer una Cátedra como profesor universitario de Derecho Constitucional, lo que no llegó a realizar porque pasó directamente a servir a la patria, en la primera trinchera de la lucha insurreccional contra la dictadura de Batista, desde el mismo 10 de marzo de 1952.
Cuando se conoce su trayectoria ideológica y política, resulta muy elocuente su afirmación: “Mi integración al Movimiento 26 de Julio fue el resultado de un proceso natural. Para mí todo empezó como una cuestión de carácter ético moral”. Esta frase demuestra el enorme peso que tuvo la ética en la formación de su carácter y a lo largo de toda su vida. Para Él, la Ética es el tema central de la política.
Por más de cincuenta años, el Dr. Hart consagró su existencia a la defensa de las ideas cubanas con intensa pasión revolucionaria, en las diversas circunstancias históricas que le tocó vivir; dedicó cada instante de su existencia a luchar con lealtad y consagración a la causa de la libertad junto a nuestro pueblo y contribuyó también, al rescate de la memoria histórica, recreándola teóricamente, porque siempre fue un soldado de la intelectualidad cubana, dispuesto a la búsqueda y el enriquecimiento constructivo de ese pensamiento. Las figuras y los hechos relevantes de nuestra historia y la cosmovisión que él nos ofrece, aparecen en sus reflexiones, interrogaciones y propuestas a lo largo de su obra; en notas, discursos, artículos, folletos, colaboraciones, libros y proyectos, convertidas en una valiosa fuente teórica que fue enriquecida a partir de su propio quehacer.
El contenido y alcance de su pensamiento fue distinguido por el singular vínculo que estableció entre filosofía, política, ética, educación, cultura y ciencia, lo cual le ofreció a sus ideas una fuerza y originalidad inagotables y, le permitió asimismo, realizar decisivos aportes y contribuciones a las exigencias de la nación. Para comprender como pudo llegar a estas esencias, es imprescindible recorrer la larga evolución del pensamiento filosófico, político y pedagógico de más de dos siglos de historia que, desde José Agustín Caballero, Félix Varela, José de la Luz y Caballero, y José Martí, entre otros, han conducido a las ideas que expresaron de modo ejemplar el carácter singular del proceso revolucionario cubano y su vocación profundamente latinoamericana y universal. En el caso de Hart, toda la experiencia que atesoró, forma parte de la fuente filosófica, teórica y política que se debe investigar para conocer más profundamente la historia y el devenir de las luchas de nuestro pueblo por su liberación, algunas de las particularidades del pensamiento cubano y la singularidad del proceso de emancipación en nuestra Isla a partir de 1952.
Es conocido que estamos en presencia de un abogado de profesión, que entregó su vida a la política desde que se integró al combate contra la tiranía en la primera fila insurreccional inmediatamente después del golpe de Estado de marzo de 1952 y, también es cierto que no es un filósofo profesional al modo clásico occidental, por cuanto no existe una obra suya sistematizada a la manera de los tratados filosóficos tradicionales, no creó un sistema filosófico propio y no estudió ordenada y metodológicamente la filosofía; pero Hart sí es un pensador auténtico desde lo nuestro cubano, caribeño y latinoamericano, porque expuso sus ideas, pensamientos y conceptualizaciones en un discurso reflexivo y transformador, que nos permite una mejor comprensión del pensamiento filosófico cubano, desde una perspectiva que va de lo nuestro nacional a lo nuestro latinoamericano y caribeño, a lo nuestro universal. Recordemos que nos legó un valioso cuerpo de ideas y una obra avalada por el resultado de sus actos, contentiva de sus preocupaciones y propuestas como sujeto transformador de la realidad, desde una perspectiva propiamente filosófica, que va desde lo ontológico y epistemológico a lo axiológico y sus mediaciones, todo ello a partir de un discurso transdisciplinario, pleno de sensibilidad ecuménica; en cuyo centro está el hombre, su cultura y todo su universo circundante.
Cuando fue nombrado Ministro de Educación solo tenía 28 años de edad y sentía un profundo respeto por la tradición patriótica de los maestros cubanos; pero él provenía de las luchas políticas estudiantiles, del combate contra la dictadura en todos los frentes. Y para poder encarar el enorme desafío educativo que tenía por delante, solicitó la cooperación de los especialistas más prestigiosos y competentes, de los pedagogos y maestros, técnicos y profesionales de la Educación que en nuestro país constituían la vanguardia. Sobre este particular afirmó con orgullo que, desde su función de ministro tuvo el privilegio de convertirse, de hecho, en alumno de los mejores maestros de Cuba. Para él, la Universidad de Oriente se convirtió en el centro más importante del país en relación con estos propósitos, porque desde la época de la clandestinidad, e incluso antes, conocía muy bien a sus alumnos y profesores, pues había mantenido allí magníficos vínculos. La primera tarea que acometió fue llamarlos a su lado para trabajar y, de hecho, el Ministro se colocó bajo sus orientaciones, experiencias, apoyo teórico y profesional. Aquellos calificados profesionales de la Educación constituyeron el núcleo inicial de los expertos que tuvieron la responsabilidad de ayudarlo a forjar: directrices, métodos, objetivos, fines, programas y actividades, así como el proceso general que se emprendió en la verdadera transformación y revolución de la Educación cubana, por eso Hart consideraba que ellos fueron son los verdaderos protagonistas y artífices de la Revolución Educacional que tuvo lugar en el país. Ese fue uno de los principales aspectos que influyó decisivamente en el éxito de su trabajo al frente del Ministerio de Educación.
En la formación de este hombre de acción y pensamiento está la huella del rico entramado histórico y sociocultural de Cuba en la primera mitad del siglo XX y del entorno familiar donde creció y se educó. En su formación como revolucionario y en su exquisita sensibilidad está la huella indeleble de Enrique y Marina, sus padres, de los cuales aprendió los estrechos vínculos entre el Derecho y la Moral, principios esenciales que sustentaron su Educación. Ellos fueron, como él afirmó, seres humanos generosos y solidarios que le enseñaron a sus hijos desde el hogar, las razones que inspiraron siempre su actuación en la vida: el amor, la justicia, el derecho y la ética. (Cubadebate)
