«Yo sigo bailando a través de mis alumnos. Cuando la función queda bien y el público la aplaude, ese es mi momento feliz», afirma la maestra Laura Alonso, quien fue bailarina del Ballet Nacional de Cuba (bnc) durante 25 años, y ahora dirige el Ballet Laura Alonso.

Luego de la reciente Gala Concierto junto al Ballet Nacional de El Salvador, en la sala Covarrubias del Teatro Nacional, accedió a conversar con Granma.

–¿Por qué crea sus propias versiones coreográficas de los clásicos, y en qué se inspira?

–Ahora la vida es muy rápida, y hay que hacer el mensaje más corto. Hay que renovar, pero sin perder lo que tenías, porque el que no conoce su historia comete los mismos errores. Cuando leo un libro o veo algo que me gusta, me imagino cómo se va a ver en escena. Por ejemplo, en El lago de los cisnes, el prólogo es para que el público entienda por qué la princesa está embrujada.

–En sus versiones casi siempre hay participación infantil, ¿por qué?

–Es una manera de atraer a las familias al teatro. Es nuestro deber seguir formando bailarines, pero también crear un público conocedor. La mejor edad para comenzar en el ballet está entre los cuatro o cinco años.

«Lo primero que hace un niño antes de caminar es bailar. Cuando la familia le hace palmaditas, se agarra de la cuna y baila. Todos los seres humanos llevan el baile dentro, el ritmo de su corazón. El ballet es una carrera dura. Si se inicia porque les gusta a sus padres, puede ser que el niño se canse a mitad del camino. Si va a bailar porque le gusta el ballet, lo va a hacer toda su vida».

–¿Cuándo un bailarín ha alcanzado la madurez como artista?

–Primero tiene que tener esa hambre, esos deseos de hacer. Esa es la vocación. Yo lo miro y lo veo en sus ojos. Después empieza a conocer su cuerpo, su modo de moverse. Una vez que lo entiende, empieza a madurar como artista en la técnica y la interpretación.

Laura Alonso proviene de una familia de estrellas, pero insiste en merecer su propio lugar: «Estoy orgullosa de todo lo que ha hecho mi familia, pero esos no son mis méritos. Los míos me los tengo que ganar yo».

Ser maestra es algo que siempre quiso. «Admiraba mucho a mis padres y a mi tío, y ellos fueron grandes maestros. Mi abuela paterna era pianista concertista y también fue maestra. Es lo normal en mi familia. Primero haces y después enseñas». Y aunque nunca soñó con crear su propia compañía, la concibe como otra salida para los graduados:

«Mi sueño siempre fue ayudar al bnc, del cual soy parte a mucha honra. Ahí están los mejores de toda la Isla, pero cada provincia debería tener su propia compañía de ballet clásico. Además, no todos logran entrar a la Escuela Nacional de Arte y hay que darles otra oportunidad. Son como las frutas, no todos maduran a la vez».

Grand Maître de Ballet, y Premio Nacional de Danza 2021, a los 86 años, Laura dice que la danza es, para ella, la vida, y que pretende morir «con las botas puestas luchando por la Escuela Cubana de Ballet y el ballet en Cuba». (Granma)

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