Estos escritores no deben pasar inadvertidos en horas puntuales de sus respectivas existencias

África es tierra de alta poesía y de prominentes escritores. Nacidos de ella, dos grandes deben recordarse un día como hoy: la narradora y ensayista sudafricana en lengua inglesa, Nadine Gordimer, fallecida en esta fecha hace diez años; y el nigeriano Wole Soyinka, cuyos 90 años se cumplen este 13 de julio, para gloria de las letras y de las nobles causas.  

Hurgar en la vida de la Gordimer, primera mujer africana en recibir el Premio Nobel de Literatura (en 1991, por el conjunto de su obra narrativa, unas 15 novelas, junto al corpus de sus relatos), es ir al encuentro de un alma que llevó a vía de hecho, pluma en ristre, una batalla campal contra las vergüenzas de un mundo desigual y discriminatorio, marcado por la supremacía del dinero, y en el entorno en que vivió, específicamente, por la del régimen racista del apartheid.

El sufrimiento de la población negra, que tuvo ante sus ojos, fue llevado a sus novelas, en las que describió males que, por resultar incómodas denuncias, algunas de ellas llegaron a prohibirse. Entre otras, está Ocasión de amar (1963), un argumento que presenta a la joven Ann, que ha llegado desde Europa a Johannesburgo, y tendrá que vivir los prejuicios de una sociedad que no acepta su amor por un pintor negro.

El Nobel no la hizo sentir que todo estaba escrito. Entre sus mejores creaciones cuentan las novelas Un arma en casa (1998) –en la que narra una Sudáfrica sin apartheid y, sin embargo, adicta a la violencia– y Atrapa la vida (2005), en la que toca la fragilidad humana y la lucha del hombre y de la naturaleza por la supervivencia.

Nadine no limitó sus luchas al contexto literario. Fue activa militante del Congreso Nacional Africano, dedicó grandes esfuerzos a la liberación de su coterráneo Nelson Mandela, y alzó su voz contra el bloqueo estadounidense a nuestro país.  Fue también incansable luchadora a favor de la causa de nuestros Cinco Héroes, prisioneros en cárceles del imperio, consciente, tal como dijera, de que «falta mucho para que la humanidad, la que me rodea, se re­concilie con la verdadera condición humana, y eso siempre será motivo de inspiración para contar historias». Como justa, humana y grande la calificaron los Cinco, en palabras de condolencia, al saberse de su fallecimiento. 

A los 90 años llega hoy el dramaturgo, poeta, narrador, ensayista y académico Wole Soyinka, primer autor del continente africano en recibir el Nobel de Literatura (1986), con una producción literaria, en lengua inglesa, de decenas de títulos, que ha sido representada y traducida a muchas lenguas.

Con un marcado compromiso político y social, de cara a la independencia de Nigeria, por lo que sufrió cárcel y exilio, su inspiración es, en palabras propias, Ogún, el dios de la creatividad y la destrucción, de la lírica y de la metalurgia. 

No resultó una sorpresa que el autor de El león y la joya y Los intérpretes dedicara su discurso para la recepción del Nobel al entrañable combatiente Nelson Mandela. Estuvo en Cuba, en ocasión de que la Casa de las Américas organizara el Festival de Teatro de La Habana y el Primer Encuentro de Teatristas. En 2001 volvió a la Casa, invitado a inaugurar el Premio Literario.

De la Isla, dijo en aquella ocasión: Cada visita que hago a Cuba me revela un país que se renueva de modo constante, que de hecho se reinventa. A mi entender, pudiera describirse con precisión a Cuba no solo como el inconformista, sino como el hereje del hemisferio occidental».

Nadine y Soyinka no deben pasar inadvertidos en horas puntuales de sus respectivas existencias. La Gordimer, recordada y siempre viva en su obra monumental; Wole, diligente, en un tiempo en que la literatura tiene, independientemente del disfrute, deberes sagrados para con la humanidad. (Granma)