De un tiempo a esta parte han aparecido, en el ecosistema de think tanks y “observatorios” financiados para hablar de Cuba, productos que intentan vestir de neutralidad técnica viejas campañas políticas.

El último ejemplo es una investigación de la Fundación 4Métrica titulada “Análisis computacional de discurso sobre los cambios de percepción de las misiones médicas cubanas en la Red Social X”, presentada como si fuera la gran prueba de que el Estado cubano manipula la opinión pública mundial sobre su cooperación médica.

En la página del propio laboratorio, el estudio se promociona así: “si quieres saber cómo desenmascaramos la operación de guerrillas digitales comandadas por el régimen cubano, te invitamos a leer la investigación”. No parece precisamente el lenguaje de un centro neutral que se acerque a los datos sin prejuicios, sino el de una organización que ha decidido de antemano el veredicto y ahora busca el método más vistoso para justificarlo.

De 1.644 tuits a “la opinión pública global”

El corazón del trabajo es un conjunto de 1.644 mensajes en X (antes Twitter), en español, recogidos supuestamente entre 2015 y 2025 con una única búsqueda: “misiones médicas” OR “misiones médicas cubanas”.

Esos mensajes se dividen en dos bloques: 481 tuits antes de 2020 y 1.163 después.  Es decir, 13,7 mensajes por mes en diez años. Sobre esa base mínima, la “investigación” afirma estar midiendo la “opinión pública” sobre las misiones y, más aún, demostrando una “inversión” en la percepción internacional provocada por una operación digital de Cuba.

Contra las misiones cubanas

“Para examinar la dinámica de la opinión pública (sic), se diseñó un enfoque metodológico mixto. Se extrajo un corpus de 1,644 trinos de la API de X utilizando el query = (misiones médicas OR misiones médicas cubanas), dividido en dos subconjuntos: 481 para el periodo 2015-2019 y 1,163”, dice 4Métrica.

El problema salta a la vista.

Primero, X no es “la opinión pública global”, sino una plataforma con sesgos muy fuertes de clase, idioma, geografía e ideología.

Segundo, reducir la conversación mundial sobre la cooperación médica cubana a 1.644 mensajes en español, a lo largo de diez años, es simplemente ridículo si se compara con la magnitud real del fenómeno: decenas de miles de profesionales, decenas de países, cobertura en medios tradicionales, declaraciones de gobiernos, parlamentos, organizaciones internacionales, campañas por el Nobel para la brigada Henry Reeve, etcétera.

Tercero, la propia búsqueda es tan estrecha que excluye de entrada buena parte de la conversación: “médicos cubanos”, “brigadas médicas”, “brigada Henry Reeve”, “doctores cubanos en Italia/México/Brasil”, “cooperación médica cubana”, y tantas otras fórmulas usadas por medios de comunicación, gobiernos y ciudadanía para hablar del mismo tema.

El resultado es un corpus pequeño, sesgado y poco representativo que, sin embargo, se presenta como si fuera un termómetro universal.

Algoritmos sin contexto: la nueva coartada “objetiva”

Para darle un aire moderno al relato, el estudio recurre a palabras mágicas: “análisis de redes”, “modelos de tópicos”, “IA generativa”. Se mapean interacciones en X y, como es lógico en cualquier red social, aparecen núcleos densos alrededor de cuentas oficiales cubanas, medios de comunicación de la Isla y redes de solidaridad. Eso es descrito inmediatamente por la “investigación” como “propaganda computacional” y “guerrillas digitales” al servicio del “régimen”.

Lo que nunca se hace es aplicar el mismo criterio a los otros actores del tablero. En el propio repositorio de 4Métrica encontramos informes anuales sobre Cuba, policy papers, documentos del llamado “Observatorio de Derechos Sociales” y otras plataformas alineadas con la agenda de “cambio de régimen”.

Es decir: hay una constelación de organizaciones, ONGs y medios que trabajan sistemáticamente contra el Estado cubano, muchas veces con financiamiento de agencias federales estadounidense, coordinación política y presencia articulada en redes sociales. Pero eso nunca aparece en el análisis como posible “propaganda computacional”.

El doble rasero es evidente: cuando el Estado cubano comunica, es manipulación; cuando lo hacen gobiernos occidentales, fundaciones privadas o grupos financiados por el gobierno estadounidense, es “sociedad civil”. Cuando miles de personas comparten contenidos favorables a Cuba, son “tropas digitales”; cuando se articulan campañas contra el país, son “activistas por la libertad”.

Más grave todavía: el modelo de inteligencia artificial que se utiliza para clasificar los tuits como “favorables”, “neutros” o “críticos” es una caja negra. No se dice qué sistema se emplea, ni cómo fue entrenado, ni qué precisión tiene, ni se ofrece una sola métrica de validación. Aun así, esos números se promedian y se convierten en gráficas que supuestamente prueban un antes “crítico” y un después “positivo” en la percepción.

Eso no es ciencia, es marketing con gráficos.

El elefante en la habitación: la pandemia y el reconocimiento internacional

Si uno mira el mundo real –no solo una esquina de X– el cambio de tono en muchas narrativas sobre las misiones médicas cubanas tiene una explicación bastante más sencilla que una conspiración digital: la pandemia de COVID-19.

En 2020, mientras algunos gobiernos se disputaban mascarillas en aeropuertos y otros competían por patentes de vacunas, brigadas médicas cubanas llegaban a Lombardía, al Piamonte, a Andorra y a otros territorios golpeados por el virus. En Italia, país central en el imaginario europeo, las imágenes de los médicos y enfermeras de la brigada Henry Reeve fueron recibidas con gratitud por autoridades locales y población, y generaron una oleada de simpatía que todavía hoy se recuerda.

No fue un episodio aislado. Desde su creación en 2005, el contingente Henry Reeve ha respondido a emergencias y desastres en más de veinte países, ha atendido a millones de personas y recibió en 2017 el Premio de Salud Pública Dr. Lee Jong-wook de la Organización Mundial de la Salud y la OPS, precisamente por su labor solidaria en epidemias y catástrofes. Distintas organizaciones, movimientos y personalidades han apoyado en los últimos años la candidatura del contingente al Premio Nobel de la Paz.

¿De verdad hace falta mucha “propaganda computacional” para explicar que, en ese contexto, haya aumentado el número de mensajes que hablan bien de la cooperación médica cubana? ¿O más bien lo que molesta a ciertos observatorios es que la práctica concreta de solidaridad, en medio de una pandemia global, desmiente la caricatura de Cuba como “Estado esclavista” que intentan imponer?

Lo que el estudio de 4Métrica hace es exactamente eso: dar por sentado, como “realidad documentada”, la narrativa de que las misiones son “esclavitud moderna”, tomando como fuentes casi exclusivas a organizaciones hostiles como Prisoners Defenders (apéndice de UNPACU, financiado por agencias federales del gobierno de Estados Unidos) y a ciertos informes politizados; mientras ignora sistemáticamente las voces de gobiernos receptores, organismos internacionales de salud y movimientos sociales que reconocen el carácter solidario y voluntario de esa cooperación.

De la “opinión pública” al laboratorio de guerra psicológica

Hay un aspecto político de fondo que no puede pasarse por alto. 4Métrica no es un actor aislado. En su propia presentación se define como un sello editorial “en defensa de la libertad y la democracia en América Latina” y aloja productos como Informe Cuba 2022, Informe Cuba 2023 o documentos redactados con organizaciones de la Florida que trabajan abiertamente por un cambio de régimen en la Isla.

Es decir, estamos ante un nodo más de una red de think tanks, observatorios y plataformas que se reparten tareas: unos producen “informes” sobre derechos humanos, otros “encuestas” sobre economía informal, otros “análisis computacionales” sobre redes sociales. Todos comparten la misma premisa: Cuba es una “dictadura”, sus políticas sociales son “fachada”, sus médicos son “esclavos” y cualquier narrativa que no parta de ahí debe ser desenmascarada como propaganda.

En esa lógica, la “opinión pública” no es algo que deba entenderse en su complejidad, sino un campo de batalla que hay que dominar. Si la realidad, las cifras de atención sanitaria o el agradecimiento concreto de pueblos y gobiernos no encajan con el libreto, se recurre a la estadística de bolsillo, a los algoritmos sin contexto y a palabras rimbombantes como “guerrillas digitales” o “operaciones de influencia” para deslegitimar cualquier relato distinto.

Detrás está lo de siempre: la desinformación y la manipulación como arma de guerra. (Cubadebate)

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